Su llegada se produjo en el Aeropuerto Internacional El Dorado en Bogotá, donde fue recibido por funcionarios de Migración Colombia y su familia.
Ochoa fue extraditado a Estados Unidos en 2001 y condenado a 30 años de prisión por conspiración para poseer e importar cocaína. Su pena se redujo a 25 años debido a su colaboración con las autoridades.
Al llegar a Colombia, no tenía cuentas pendientes con la justicia, lo que le permitió quedar en libertad inmediatamente.
Al ser abordado por los medios, Ochoa expresó que no se siente arrepentido de sus acciones pasadas, argumentando que su condena fue injusta y que “este caso me lo montaron”. También mencionó que no había pensado en involucrarse en el proceso de paz promovido por el gobierno actual.
Ochoa planea establecerse en Medellín, donde será protegido por un esquema privado de seguridad, no por la Policía Nacional. Su abogado, Gustavo Salazar, ha defendido su carácter y ha afirmado que, durante su tiempo en prisión, Ochoa no delató a nadie, lo que le permite regresar sin temores por represalias.
El regreso de Ochoa a Colombia ha reavivado el interés público sobre el legado del Cartel de Medellín y los crímenes asociados a su historia. Las víctimas del narcotráfico han expresado su deseo de obtener información sobre crímenes no resueltos relacionados con el cartel, como el atentado al vuelo 203 de Avianca en 1989.
Con su llegada, Fabio Ochoa se convierte en uno de los últimos excapos vivos del Cartel de Medellín, marcando un nuevo capítulo en la historia del narcotráfico en Colombia.