Por Alberto Bello.

El uribismo tiene sus días contados gracias al funesto e impopular gobierno Duque que ha venido cargando la cruz de ser el tercer gobierno del hoy senador Álvaro Uribe, una figura odiada y endiosada por muchos que al final se convierte en el punto en lanza para mantenerse vigente después de más de 35 años de actividad política.

La improvisación del gobierno en los temas más trascendentales del país le ha cobrado factura a ese sector ideológico, convirtiendo sus tesis en doctrinas dictatoriales, hasta el punto de hacer ver un poco más coherente a la izquierda en Colombia encabezada por los autodenominados defensores de paz y hoy indultados, excombatientes de las FARC-EP.

La radicalización de sus ideales ha llevado a la república a estar en un limbo gubernamental, sin norte, y sin una agenda política clara, basta ver los últimos acontecimientos en materia social, laboral, económica y diplomática para obviar la inexperiencia, ineptitud e incompetente gobierno uribista.

El presidente Iván Duque se ha encargado del exterminio del uribismo y sus tesis, con la idea de complacer a todos los sectores acabó en grandes proporciones al partido de gobierno que lo eligió y que por fortuna para todos los colombianos dio vía libre para el principio del fin de esa colectividad y la figura del jefe del partido como el “gran colombiano.

Las políticas de gobierno pareciera que fueran “jugaditas” a propósito, con la única intención de recrudecer la situación política del país, exacerbando y poniendo en jaque la institucionalidad, no sin antes hacer efectivo un pacto con Germán Vargas Lleras y el Partido de la U para la aprobación de los proyectos legislativos en el congreso, quienes fueron críticos arrecimos de la muy conocida “mermelada” que al final recurrieron a ella y les tocó reconocer la importancia de la gobernabilidad en un país como Colombia.

Episodios deshonrosos y horrorosos como la reforma laboral por horas, el regreso de los falsos positivos, la participación política de las fuerzas armadas a través del voto, entre otros, sepultan el pensamiento retrógrado del gobierno y le esbozan el camino para que el líder de la oposición y senador Gustavo Petro potencialice su candidatura presidencial y logre su deseo de poder y venganza política para el que no piense como él.

El uribismo está llegando a su fin y los colombianos lo sabemos, así como las esperanzas puestas en el otro exterminio, si, el de la extrema izquierda; el petrismo.

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